Oración de la Presencia de Dios, El por Dom Agustín Guillerand

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Durante casi mil años, los monjes de la Orden de la Cartuja se han retirado del mundo para que puedan colocarse en la presencia de Dios.

Solos en sus celdas, oran, trabajan y toman sus comidas, liberados de las distracciones mundanas y de la cacofonía de pensamientos que pasan por su mente y la mía, cuando, al final de los días ocupados, finalmente nos arrodillamos para orar.

El silencio de mil años ha permitido a los cartujos perfeccionar una forma de orar adecuada para el claustro, pero también es justo para aquellos de nosotros cuyas obligaciones nos obligamos a trabajar y orar a toda prisa y prisa del mundo.

En estas páginas, el monje Agustín Guillerand revela el secreto de la notable oración del Cartujo de la presencia de Dios. Obviamente, esta forma de orar excluye rápidamente el Ave María de Nuestro Padre y apresurada, pero también requiere que hagamos algo más que hacer una pausa y rezar lentamente.

De hecho, los cartujos saben que la oración de la presencia de Dios no es ante todo una cuestión de velocidad... o incluso de hablar. Al igual que el amor, no es tanto una acción como una actitud, un hábito de escucha tranquila que permite a Dios entrar en nuestras almas por todos los caminos y establecer Su presencia allí.

El no escuchar envenena el amor en los matrimonios; y el no escuchar envenena el amor de Dios. Es por eso que la oración de la presencia de Dios es esencial no sólo para los monjes, sino para todos nosotros, no importa cuáles sean nuestras circunstancias.

Sin embargo, ¿cómo podemos escuchar de una manera que permita a Dios entrar en nuestras almas?

¿Cómo podemos siquiera escucharlo en el ruido de nuestros días y caminos?

Mil años de experiencia en la Cartujos proporcionan respuestas seguras a estas preguntas. Aunque este no es un manual paso a paso (escuchar no se puede reducir a pasos), aprenderás dónde debes comenzar y cómo proceder si finalmente vas a llevar a la madurez en tu propia alma el hábito de escuchar tranquilo que es esencial para todos aquellos que lo conocerían y lo amarían como deberían.